antítesis entre carne y Espíritu recibe un tratamiento más detallado en Romanos 8:5-9, 12ss., donde se enfatiza el hecho de que la carne conduce a la muerte, mientras que el Espíritu es la garantía y, en realidad, el auténtico principio de la vida resucitada. El conflicto entre ambos a lo largo de la experiencia humana tiene que ver con esa tensión «escatológica» que, mientras el creyente viva dentro de un cuerpo mortal, es inseparable de su vida en Cristo (2 Co. 4:16–5:5).