El Campeador es una figura trazada con fuerte relieve, llena de grandeza moral, a pesar de que en su siglo aún no se perfilaba un ideal religioso ni nacional.
El autor sólo conoce la región de Medinaceli, provincia de Soria, en Castilla la Vieja, lugar fronterizo, hacia mediados del siglo XII, entre cristianos y moros.
Están delineadas con vigor insuperable las grandes escenas de la obra como la del robredo de Corpes, las cortes de Toledo y los combates de Carrión, todas del más vivo dramatismo. Las descripciones, como en la Ilíada y en el Rollans, son breves pero de fuerza extraordinaria: dos o tres pinceladas y todo el grandioso escenario aparece ante los ojos.