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Stefan Zweig

Ardiente secreto

  • Aranza Sánchezcompartió una citahace 2 años
    Por primera vez creyó haber entendido la naturaleza humana, que las personas se necesitaban unas a otras, aun cuando les pareciera que eran enemigos, y que es muy dulce sentirse querido por los demás.
  • Aranza Sánchezcompartió una citahace 2 años
    Había perdido por completo la impaciencia frente a la vida, desde que supo lo rica que era.
  • Aranza Sánchezcompartió una citahace 2 años
    Con placer experimentó de nuevo la sensación, despreciada por él y que sin embargo echaba de menos, de volver a ser un niño.
  • Aranza Sánchezcompartió una citahace 2 años
    Es terrible ser niño, estar lleno de curiosidad y no poder preguntarle a nadie, quedar siempre en ridículo frente a los mayores, como si fuera uno tonto o un inútil.
  • Aranza Sánchezcompartió una citahace 2 años
    En otro tiempo tal vez se hubiera enfadado, pero con el odio se aprende mucho y rápido.
  • Aranza Sánchezcompartió una citahace 2 años
    Nada agudiza tanto el ingenio como una apasionada sospecha, nada desarrolla tanto las posibilidades de un intelecto inmaduro como una pista que conduce hasta la oscuridad.
  • Aranza Sánchezcompartió una citahace 2 años
    Y el poder de un amor siempre se medirá de manera equivocada, si sólo se valora en función de lo que lo ha provocado y no por la expectación que lo precede, ese espacio oscuro y hueco de desengaño y soledad que se abre ante todos los grandes acontecimientos del corazón. U
  • Aranza Sánchezcompartió una citahace 2 años
    Es evidente que he llegado demasiado pronto o demasiado tarde.
  • Tania Villanuevacompartió una citahace 2 años
    Sólo después, muchos años después, reconoció en aquellas mudas lágrimas un voto de la mujer que envejecía, que desde aquel momento no quería pertenecer a nadie más que a él, a su hijo, una renuncia a la aventura, una despedida de todos los deseos propios
  • Tania Villanuevacompartió una citahace 2 años
    La madre salió de la habitación, sin mirarle siquiera. Temía aquella mirada incisiva. El niño le resultaba molesto desde que se dio cuenta de que mantenía los ojos abiertos y de que le decía justamente lo que ella no quería saber ni escuchar. Le resultaba espantoso ver que una voz interior, su conciencia, desgajada de sí misma, disfrazada de niño, vagando por ahí como su propio hijo, la advertía, se burlaba de ella. Hasta ahora aquel niño no había sido en su vida más que un adorno, un juguete, algo querido y que inspiraba confianza, tal vez en ocasiones una carga, pero siempre algo que marchaba en la misma corriente, al mismo ritmo que su vida. Por primera vez, hoy se había rebelado, porfiando contra su voluntad. Algo parecido al odio se mezclaba ahora en el recuerdo de su hijo
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