El libro de Beatriz Pustilnik: Nosotros, los de entonces comienza con un abuelo poeta. El zeide le revela a su nieta que un poema no está solo en los olores de la tierra sino que se desdobla y puede que esté escrito en las estrellas. Tiene razón, un poema es una constelación. En este libro, como decía el zeide, las palabras poéticas son como las estrellas: «Siempre brillan, aunque esté nublado, se agazapan detrás de la bruma y titilan sin que las percibamos».
En la novela, la historia del país también se desdobla. Son los tiempos duros de represión y muerte en el país. En las calles de la ciudad, los Falcon silenciosos circulan cargados de amenaza y de muerte. Al mismo tiempo, una compañía teatral de jóvenes representa obras de teatro en las villas. El espacio teatral es un espacio de libertad.
Una contratapa siempre es mezquina. Pero esas dos escenas donde la historia se desdobla en: Nosotros, los de entonces confirman que una escritura poética, sin excluir el humor, puede contar una historia tremendamente real.