Libros
Hebe Uhart

Del cielo a casa

  • Ivana Melgozacompartió una citahace 2 meses
    Y por primera vez no abrió la bolsa para ver si todo estaba en orden, ni para colocar arriba lo que necesitara primero, ni para ver los husos horarios; tuvo la certeza de que todo estaba en su lugar, y ya cayéndose de sueño, pensó “¿Y al final qué tienen las bolsas? Cosas”.
  • Ivana Melgozacompartió una citahace 2 meses
    Pero como eso le había pasado muchas veces, sabía que el primer día en que uno llega a un lugar no es como los otros: el primer día todas las cosas parecen desconectadas entre sí, como si tuvieran aristas filosas, y a medida que pasan las horas y los días esas aristas se van armonizando. Eso era lo que más le gustaba de los viajes: al tercer día, hasta el mismo cielo de un lugar, que al principio parece raro y desconocido, después se vuelve amistoso, como si dijera: “Soy el mismo cielo que cubre toda la tierra”.
  • Ivana Melgozacompartió una citahace 2 meses
    El perro se dejaba tocar los dientes y estaba dormido: eran perfectos; blancos y enormes.

    Ya era de noche; había pasado esa hora fea entre las siete y las ocho de la tarde que, cuando estaba sola, controlaba. Primero se veía una leve capa de gris, como si se velara un poco el cielo; había un sol prudente, en retiro, que doraba todo. Había llegado la noche sin que ella se diera cuenta. Últimamente no sólo tenía la sensación de que el tiempo era largo para corto y viceversa, sino que también por momentos parecía congelado. Y cuando el tiempo quedaba congelado, la señora Emma sentía placer cuando avanzaba, aunque percibía algo inconveniente en ese placer. Pero ahora el tiempo se había portado bien, había andado a buen ritmo, y el perro se había despertado.
  • Ivana Melgozacompartió una citahace 2 meses
    Además, cuando salgo de un lugar, no vuelvo más a él. Esa entrevista era como cuando uno se olvida el paraguas en una casa, vuelve a buscar un paraguas y se queda charlando un ratito, de vicio. Jamás vuelvo a buscar los paraguas que dejé; pero la visión de la pieza confortable me aligeraba todo.
  • Ivana Melgozacompartió una citahace 2 meses
    Me estoy queriendo engripar; si no avanza más la gripe, es una linda sensación; estoy lánguida y me voy a arropar con la manta, aunque haga calor. La manta me defiende, la voy a llevar a todas partes. También me echo en el asiento a lo largo; es bueno estar un poco enferma en el viaje. El campo está sembrado de vaquitas y ovejas echadas; ellas están echadas y yo también.
  • Ivana Melgozacompartió una citahace 2 meses
    Y me acosté muy contenta en ese cuartucho, le encontré sentido, lo entré a considerar como una parte de mi vida, porque yo había hecho una especie de trabajo.
  • Ivana Melgozacompartió una citahace 2 meses
    No puedo, no debo y no quiero escribir algo en la nota sobre Santa Ana; no puedo porque no quiero explorar más: y no quiero porque o entiendo demasiado o no entiendo nada.
  • Ivana Melgozacompartió una citahace 2 meses
    Si fuera joven, yo ya habría iniciado un diálogo con la mendiga; hubiera encontrado algún elemento exótico, alguna perla. Pero ya sé, ya sé lo que le pasa. Y lo que no sé, no quiero saberlo.
  • Ivana Melgozacompartió una citahace 2 meses
    Y... esperar, esperar siempre hacia el futuro, un futuro que uno siempre se procuraba. Pero el futuro ahí podía ser cualquier cosa –yo podría contarle mi vida a la señora del café o al paisano y seguramente me desearían buena suerte–, pero yo ya estaba amaestrada de otra manera y no quería perder el micro. Por eso me fui afuera y me senté en un banco donde ya había mucha gente esperándolo: nos sentábamos todos afuera, temprano, para convocarlo. Ésos eran de los míos: si uno espera mucho tiempo y con mucha intensidad, el micro viene.
  • Ivana Melgozacompartió una citahace 3 meses
    Y ahora últimamente entré a pensar en otra cosa, en cómo las cosas aparecen y desaparecen, lo que hasta ayer era, hoy queda perimido. Pero esos pensamientos después se me embrollan, porque una cosa trae la otra y resulta que no sé cómo llego a acordarme de mi finada mamá y otras yerbas tristes. Y no quiero pensar en eso, porque no sé dónde voy a ir a parar con tanto embrollo, y entonces digo: El destino lo trajo y el destino se lo llevó. Y ese pensamiento queda perimido. Punto.
fb2epub
Arrastra y suelta tus archivos (no más de 5 por vez)