Aquí sigo, pegada a ti como un chicle a la cara inferior del pupitre.
Como un perro abandonado en su propio jardín,
que recibe comida y agua en silencio,
y una caricia con la punta de un dedo
anónimo a través de una valla.
A un ser así no se le pregunta,
ni se tiene en cuenta si ladra
ni si molesta ladrando.