Todo museo comercia con el pasado y la memoria, y en esa conservación y reunión de objetos -siempre se ha dicho— descansa su ficción fundadora: uno al lado del otro y todos juntos, cada objeto cuenta de por sí una historia, pero asiste, a su vez, al significado colectivo de una historia mayor. La reunión de elementos heterogéneos se vuelve, en un museo, una representación al tiempo que una explicación de una cierta porción del mundo. Los museos de las fuerzas de seguridad no escapan a tales características. Sus colecciones ponen de manifiesto una intencionalidad por reunir, conservar y exhibir ciertos objetos: banderas, cascos, medallas, bustos, uniformes, placas, armas. ¿Qué nos dicen estos objetos de la pretendida labor de las fuerzas de seguridad? ¿Qué narraciones habilitan acerca de las variadas facetas de su quehacer profesional? El cuerpo descuartizado de Alcira Methyger, los órganos en formol del Museo de la Morgue, el blíndex del féretro de Perón, los trofeos de guerra de los museos antisubversivos, el heroísmo, la pertenencia, los caídos -y hasta los silencios institucionales— conforman así algunos de los casos y líneas narrativas que se rescatan en este libro. Deambular por los pasillos de estos museos es deambular por las vivencias del oficio y descubrir las relaciones y los sentidos que transforman objetos y palabras en relatos institucionales. Sobre esto versan las contribuciones de este volumen. Sobre la potencialidad de mirar los museos de las fuerzas de seguridad y sus artefactos para descubrir en ellos las historias que buscan ser contadas.