No me interrumpas. Su tez exquisita, su risa insolente, su manera de silbar, la humedad suculenta de su camisa. Entramos en un cobertizo situado detrás del restaurante. Y yo dije: Penetre, señor, en este cuerpo. Este cuerpo es su castillo, su cabaña, su pabellón de caza, su villa, su carruaje, su transatlántico de lujo, su estudio, su cocina, su lancha motora, su depósito de herramientas…