El diseño de ecología humana querido por Dios para el matrimonio tiene diversas manifestaciones: una de ellas, decisiva, es la indisolubilidad del vínculo. Por otra parte, existen matrimonios nulos: pese a celebrarse en la Iglesia, nunca fueron válidos. Declarar esa nulidad cuando de verdad existe comporta un bien tanto para los esposos como para la Iglesia y la sociedad civil:
«La verdad os hará libres» (Juan 8, 32).