La joven miró a Poirot con ansiedad. —Tengo entendido que quiere interrogarme acerca de mi doncella, monsieur Poirot. Eso me ha dicho Raynor. Es una chica muy buena. Estoy segura de que no hay motivo para preocuparse por ella.
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Después de acompañar a miss Amory a la puerta, Poirot centró su atención en Edward Raynor. —Ahora, monsieur
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—Y volvió a situarse junto a la puerta de la galería. Después de un largo silencio, Lucia habló con voz baja y ahogada:
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Unos minutos después, cuando la familia Amory comenzó a congregarse en la biblioteca, Carelli seguía sentado en el sofá con expresión sombría, mientras Poirot permanecía en la puerta de la galería.
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Luego se abrió la puerta del pasillo y entró miss Amory, con un cesto de costura en la mano.
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Después de acompañar a miss Amory a la puerta, Poirot centró su atención en Edward Raynor. —Ahora, monsieur Raynor —dijo mientras le señalaba una silla—, oigamos lo que tiene que
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la mañana siguiente, cuando Hastings bajó a desayunar, después de haber dormido mucho y bien, se encontró solo en el comedor. Supo por Tredwell que Edward Raynor había desayunado más temprano y había re
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Richard Amory dejó su café, cogió una revista del escritorio y comenzó a hojearla mientras su tía continuaba hablando de Lucrecia Borgia.
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El doctor Carelli dio un paso al frente y se apresuró a recoger el frasco que había arrojado Barbara. Le echó un vistazo antes de devolvérselo a la joven con una amable reveren
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desde luego —respondió él con tono distraído. Hubo un breve silencio incómodo. Luego el joven se acercó a su esposa y la miró—. ¿Estás segura de que no necesitas nada?