Solo vio el brillo angustiado de los ojos del capitán antes de rodearle el cuello con los brazos y estrecharlo con fuerza. Chaol se irguió incómodo, pero la muchacha se apretó más a él, aunque aún tenía el cuerpo resentido. Por fin, al cabo de un momento, él la abrazó a su vez y la estrechó contra sí, tan cerca que si Celaena cerraba los ojos y respiraba su aroma, no sabía dónde terminaba él y dónde empezaba ella.