Días de ira

Una novela es un árbol, cuyas ramas se bifurcan y se multiplican en miles o millones de hojas. Un cuento, una flor que brota y se marchita en lo que dura un parpadeo. La media distancia, un pequeño arbusto coronado poblado con varias flores diminutas

Si un cuento es una dictadura, una novela es la anarquía. La media distancia se parece, entonces, a la democracia (o a la oligarquía): un mundo con pocas leyes que, sin embargo, se respetan

aún.

Se suele utilizar, en varias partes, la expresión francesa nouvelle. El problema es que, en la lengua de Molière, una nouvelle en realidad equivale a un relato. Francia cuenta, eso sí, con otro término: récit. Imposible, por desgracia, traducirlo.

Volví a México sumido en una turbulenta depresión.

realmente la hubiese amado, jamás habría participado en aquella insania. En cuanto desembarcamos en Atenas se separó de mí sin decirme adiós.

–Cada día se acaba el mundo, querido amigo. Y nosotros asistimos a su deceso sin inmutarnos. La muerte es un ritual cotidiano. Las relaciones humanas sufren el mismo destino. No hay que esperar terremotos, plagas o incendios: ocurre todos los días, cada hora. Sin que apenas nos percatemos

Un sol rojizo e inofensivo, triste como un fogón que se apaga, se descolgaba en el horizonte

El enamoramiento borra los defectos. Cuando desaparece, porque siempre desaparece, se revelan esos lastres que antes éramos incapaces de distinguir

Para entonces, Andrea y yo teníamos existencias separadas: compartíamos la misma cama, pero habitábamos mundos irreconciliables.

Mi vida se despeñó al infierno. Cada día la amaba más

Su cuerpo, por la eternidad. Ahora no lo veo, lo imagino, como entonces, como siempre. Pero la deseo más que nunca

las sensaciones se han desvanecido. No siento ni recuerdo ni sufro ni lloro. Casi por instinto, por inercia, amarro algunas sábanas a la cabecera de la cama. El sabor que destila la tiniebla es el propio sentido que otros puebla y domina el futuro.

Amada, estás presente a pesar del oscuro silencio,
Jorge

¿De qué sirven los libros leídos, los idiomas pronunciados? De cualquier manera mi vida es tuya.

Y nada queda sino el goce impío
de la razón cayendo en la inefable
y helada intimidad de su vacío.
Paz

Ni un gemido, ni un grito, ni una palabra. Nada. Como si yo no existiera, como si yo no hubiese estado ahí.

El tiempo se detenía, se había abierto una grieta en el mundo y yo me despeñaba en su centro.

Rendido, me convierto en su víctima. Me tiene, me lleva, me conduce. No soy capaz de luchar contra él. Todo me lo permite, hasta lo más bajo, ennobleciéndolo.
Abandoné la casa. Llovía.

En sentido inverso, Dios mío. En el baño de mi casa, el rostro sobre el retrete, escupiendo, también me doy cuenta del error. Y lloro y grito y me desespero y enloquezco.

atisbo del hielo que lo perseguirá siempre