Cuando Quiero Llorar No Lloro

dimanó de tan majestuoso recinto fue porque perentoriamente lo exigía la salvación de un imperio que llegó a mis manos putrefacto, gusarapiento, hediondo a muerto y asediado por el mosquero

Ni Galerio, ni sofistas, ni pitonisas, ni arúspices, ni entrañas de gallos negros, ni revelaciones sísmicas de los dioses, sino decisión que salió de mis jupiterianos testículos

me inclinaron a desatar aquellas galopantes persecuciones contra la cristiandad

con su sutil ferocidad

ya no les ocasiono la más mínima mancilla a ninguno de los tres cuando lo reseño públicamente, diecisiete siglos después del parto),

saquearles sus iglesias, confiscarles sus propiedades, quemarles sus pergaminos, obligarlos a sacrificar ante nuestros dioses que era lo más jodido para ellos

apabullado por mi preeminencia en todos los campos, inclusive en el militar que es tu oficio y tu idionsicrasia, Galerio

Galerio era apenas un hirsuto becerrero búlgaro, yo lo hice remojar sesenta mañanas consecutivas en mis ternas hasta despojarlo del hedor a chivo,

la mentada Prisca decidió encarnar al pie de la letra una cargosa personificación de Juno con el olímpico designio de amargarme la vida y el gobierno, estoy hasta la diadema

Galerio carecía, empero, dé cacumen dialéctico para convencer a nadie,