Escritos corsarios

En realidad no son más que máscaras. Estoy seguro de que si les quitásemos la máscara, no encontraríamos ni siquiera un montón de huesos o ceniza: encontraríamos la nada, el vacío

cómo la conducta compulsiva del poder del consumo recreaba y deformaba la conciencia del pueblo italiano hasta degradarla de un modo irreversible

para entender los cambios de la gente, hay que amarla

Tal golpe solo podría fundamentarse en el lema del «orden»: pero de un «orden» que se mantiene ya no para salvaguardar un estado de miseria e injusticia (como el fascismo y la DC de los años cincuenta), sino el «desarrollo» que desean los industriales

Lo que podría promover un nuevo Fascismo debería ser, justamente, «la comodidad y el bienestar»: lo cual es una contradicción en términos

No existe racionalidad sin concreción y sentido común. Sin concreción ni sentido común, la racionalidad es fanatismo

Como es natural, desde que empezaron a avergonzarse de su ignorancia, empezaron a despreciar también la cultura (un rasgo pequeñoburgués que ellos han adquirido enseguida por mímesis). Al mismo tiempo, el joven pequeñoburgués, al ajustarse al modelo «televisivo» –que, al haber sido creado y promovido por los de su propia clase, le resulta en gran medida natural–, se torna extrañamente zafio

Ahora, en cambio, empiezan a avergonzarse de su propia ignorancia: han abjurado de su modelo cultural (los más jóvenes ni siquiera lo recuerdan, lo han perdido irremediablemente) y el nuevo modelo que intentan imitar no contempla ni el analfabetismo ni la zafiedad. Los jóvenes subproletarios –humillados– borran su oficio del documento de identidad y ponen en su lugar el calificativo de «estudiante»

hasta hace pocos años, los subproletarios respetaban la cultura y no se avergonzaban de su propia ignorancia. Es más, se enorgullecían de su modelo popular de analfabetos que, no obstante, se hallaban en posesión del misterio de la realidad

Ha emprendido una labor de homogeneización que destruye todo cuanto es auténtico y concreto. Es decir, ha impuesto –como decía– sus modelos: que son los modelos que promueve la nueva industrialización, la cual ya no se da por satisfecha con un «hombre que consuma», sino que pretende que no pueda concebirse otra ideología que la del consumo