Dentro del universo habitan mil universos más pequeños. Con sus propias galaxias, planetas, agujeros negros. Inmensos, infinitos, únicos.
Eso había aprendido Adam. Y así se sentía. Como dentro de uno propio que quizá no era el más perfecto de todos, pero que era el suyo, y le parecía más bonito que ningún otro. Y puede que tuviera un pasado oscuro, algunas partes feas y grietas, como las que adornaban el techo de su habitación, pero ni siquiera sabía cuántas, porque hacía tiempo que había dejado de contarlas. Solo estaban ahí, formando parte de ellos junto a todas las cosas bonitas que habían ido surgiendo. O como las líneas del suelo que April seguía vigilando inconscientemente para proteger a Otto de sus fantasmas, pero de las que cada día se olvidaba un poco más.