Libros
Laura Labella

Una mujer de paso

  • Sofia Allemandcompartió una citahace 4 meses
    espejo me horroriza: ojeras hasta el piso y los rollos del abdomen resaltados por la blusa de poliéster.
  • angelaportaciocompartió una citael mes pasado
    En la penumbra de la cabina brillan las señales de seguridad.
  • meraryl019compartió una citahace 2 meses
    piel y hueso. Maúlla como si estuviera dolorido. Le acerco el plato de comida, da media vuelta y sigue con su lamento por el pasillo. Llega a la puerta de calle y pide salir. No jodas, López, digo con énfasis; afuera está lloviendo y no conocés el jardín. Desde nuestra llegada habrá salido dos veces como mucho. Me ilusioné cre
  • bookmate bookmatecompartió una citahace 3 meses
    Tras varios timbrazos, Mrs. Ecker abre la puerta, cara de dormida, olor a vino. Es tarde, reclama. Me deshago en disculpas, aunque no entiendo para qué ofreció ayuda. Quería que me quedase a dormir con ella, me cuenta Rafi al bajar los escalones desvencijados de atrás. ¿Y el marido? En su cuarto. ¿Duerme sola? Con la perra. Se me viene a la mente la noche de Halloween cuando ella y yo repartíamos caramelos en la puerta. Vestida de berenjena y algo ebria, confesó que su marido le decía get out cuando lo buscaba entre las sábanas. Las lágrimas trazaban surcos sobre su maquillaje negro. ¿Qué le pasa, señora?, le preguntó un nene al servirse un puñado de masticables. Nada, querido. Solo que a las berenjenas no las quiere nadie.
  • bookmate bookmatecompartió una citahace 3 meses
    Propone ir a Subway. Lo miro incrédula. ¿Esa sandwichería barata? Rafi le contó que vamos siempre. Obvio que amo las baguettes de sesenta y cuatro pulgadas con carne y provolone, pero no para esta noche. Él aprieta el botón del semáforo, se corre el pelo mojado de la frente. Pasa un auto a toda velocidad y nos salpica. En la puteada por mi tapado blanco embarrado descargo la bronca y la desilusión. ¿Dónde quieres ir entonces?, pregunta. ¿McDonald’s? Me da lo mismo, digo y me sacudo el barro. La mancha se agranda. Tengo frío. Rumbo a Subway, le ofrezco compartir el paraguas. Caminamos ciento cincuenta metros casi pegados, su mano en mi hombro para que no me resbale. Pero sigo ofuscada: por qué Subway, con lo que gana. Seguro lo gasta en otras. En fin, no es mi marido ni mi amante, me digo, sino el padre de mi hijo. Y lo único que me importa ahora es sentarme en algún lugar calefaccionado.
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