J. Jefferson Farjeon

Misterio en blanco

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  • Dianela Villicaña Denacompartió una citael año pasado
    En fin, que hemos pasado por un inferno y era Navidad y dos de nosotros se han puesto un poco sentimentales y bueno, me parece que es perfectamente comprensible.
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    He hecho el ridículo?», ha preguntado.
    «¡Por Dios!, ¿qué le ha hecho pensar eso?», he exclamado.
    «No lo sé. Pero ¿cree que sí?».
    «Por supuesto que no», le he dicho. «Ha estado enfermo, nadie puede impedir eso, pero si se hubiera encontrado bien habría ayudado como el que más. Si mal no recuerdo, empezó haciéndolo».
    Había algo muy patético en él y creo que ha sido eso lo que me ha llevado a decir, casi antes de saberlo: «¿Quiere que tome aquí la cena de Navidad con usted?». A él iban a llevársela y me ha parecido muy triste que tuviera que cenar solo. Al principio no ha creído que hablara en serio, pues él es así, pero cuando ha visto que no bromeaba, a punto ha estado de no caber en sí de felicidad y he tenido que fingir que no me daba cuenta. Aunque, claro, el hombre no estaba bien
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    No tan bien para Barling —comentó el inspector en tono grave—. Para él es un K.O. De acuerdo. Smith huye, llega a Valley House, pierde allí el portadocumentos, juega al escondite y al gato y al ratón y Dios sabe a qué más, despierta las sospechas del grupo que, por supuesto, procede de ese mismo tren y, por último, cuando se ve acorralado, vuelve a huir. Se cruza entonces con Harvey Strange, que se dirige a Valley House...
    —¿Para qué iba Harvey a la casa?
    —¡Obviamente, para pasar allí la Navidad! ¿Para qué, si no? Smith tiene otra pelea..
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    Martha Wick era la hermana del guardés de Valley House —respondió el inspector—, e iba de camino a ayudar a preparar la cena de Navidad... Por último, Smith tuvo la mala suerte de encontrarse con usted en el borde mismo del barranco de Webber’s Dip y usted se negó a convertirse en su cuarta víctima. Y bien que hizo. Aunque prepárese para sufrir alguna que otra molestia al respecto. —Se levantó y se desperezó—
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    además eran dos. Ahora en serio. No veo ningún error. La señorita Strange le pide ayuda y él le dice que irá a buscarla. Naturalmente, no lo hace. Y cuando volvemos a verlo, va de camino a Hemmersby, donde nos han notificado ya el asesinato de Barling (el n.o 1) y estamos tras la pista del hombre. El agente Lake lo ve, le da el alto, lo persigue y lo pierde. Smith vuelve por donde había llegado, se esconde en el coche (recuerde que después encontramos allí su gorra) y se queda dentro hasta que Martha Wick pasa por allí y se muestra demasiado inquisitiva.
    —O quizá se metió en el coche cuando la vio aparecer —intervino el sargento—, y ella no tuvo el buen tino de pasar de largo
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    Esta es sin duda la mañana del día de Navidad más condenada de toda mi vida, muchacho! —exclamó el inspector, dejando su libreta a un lado—. ¡Cuatro asesinatos en una docena de horas! Creo que me he ganado mi ración de pavo.
    —Disculpe, son tres asesinatos —replicó el sargento—. Si yo no lo hubiera arrojado al barranco, me habría acuchillado.
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    —¡Ahí lo tiene! Se topa con Harvey Strange. Strange dice: «Hola, ¿a qué viene tanta prisa?» o algo así, y Smith no se detiene a explicarse. No olvide que lo habían visto marcharse con el cuchillo y el martillo, y que habían oído un grito..
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    Me ha ayudado a trazar los movimientos de Smith de la A a la Z. Volvamos a repasarlos y así verá si consigue pillarme en falta. ¡Prefiero que lo haga usted a que lo haga otro! Veamos: Smith roba el portadocumentos de Barling en el tren. Barling lo ataca y Smith estrangula a Barling. Asesinato n.o 1
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    Lo que ha ocurrido tenía que ocurrir, y lo que tenga que ocurrir, ocurrirá
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    Había otras cuatro personas presentes —prosiguió el señor Maltby—. A tres de ellas (Harvey Strange, Martha Shaw, pues ese era su apellido en aquel entonces, y el doctor Wick)no es necesario resucitarlas...
    —Estaban junto a la puerta del comedor —dijo mecánicamente William Strange, como si recitara una lección.
    —¿Podrían entonces los demás colocarse junto a la puerta del comedor? —preguntó el señor Maltby—. Así las cosas, me ahorraré tener que proceder con el desagradable episodio de la asignación de papeles. La cuarta persona era Charles Shaw. —Hizo una breve pausa antes de girarse hacia la cocina y gritar—: ¡Charles! ¡El champán! ¡Es hora de brindar!
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