Desde aquí se reclamó el pronto regreso de Cranmer desde la corte imperial española, donde era embajador, para consagrarlo como arzobispo de Canterbury. Entretanto, los agentes que Enrique tiene en Roma solicitaron de Clemente las bulas papales necesarias para hacerlo. El Santo Padre no debe saber, antes de concederlas, que el nuevo nombramiento de Cranmer tiene un solo propósito, el divorcio del rey, pues de lo contrario todo estaría perdido. Clemente todavía cree, tal como le prometiera el rey Francisco, que Enrique acatará la decisión que sobre su matrimonio pronuncie el tribunal que se constituirá en Francia esta primavera.