—Llevo toda la vida siendo policía, Holy. Sin embargo, sigo mirando a mis compañeros y me pregunto por qué lo hacen, por qué luchan en las guerras de los demás. ¿Quién querría pasar tantas penalidades solo para que los demás obtengan aquello que consideran justo? Solo los estúpidos, Holy. Nosotros. Tenemos la suerte de ser tan estúpidos que pensamos que podemos conseguir algo.
»Nos disparan y nos hacen papilla, nos destruyen, y un buen día nos tiramos al mar, pero mientras tanto, en nuestra infinita estupidez, creemos que alguien nos necesita. Y si un día descubres el engaño, ya es tarde porque ya nos hemos convertido en policías, ya estamos en las trincheras y no hay vuelta atrás. Nos preguntamos qué diablos pasó, en qué momento exacto nos equivocamos. Estamos condenados a ser bienhechores durante el resto de nuestra vida y condenados a fracasar. Pero afortunadamente la verdad es bastante relativa. Además de flexible. La torcemos y retorcemos para que quepa en nuestra vida. Al menos una parte. A veces basta con pillar a un maleante para alcanzar un poco de paz interior. Pero todos sabemos que no es sano dedicarse a fumigar durante mucho tiempo. Uno termina probando su propio veneno.