NINGÚN OTRO PERIODO DE la historia colombiana del siglo XX muestra el volumen de realizaciones, en todos los campos correspondientes a la acción del Estado, como la llamada República Liberal (1930–1946). Fueron suficientes dieciséis años para dejar una huella profunda en la vida política, social y cultural del país: una reforma constitucional que le permitió a la Carta de 1886 adaptarse a los tiempos modernos; una radical reforma educativa que dio por resultado no solo una nueva Universidad, apropiada para el estudio de los problemas nacionales, sino, además, una Escuela que rompió con formas tradicionales de enseñanza; una concepción global y orgánica de la cultura que permitió a través de las instituciones estatales y sus programas responder a las aspiraciones de las diversas clases sociales colombianas; unos códigos que inauguraron nuevas relaciones entre patrones y trabajadores; unas formas de entendimiento entre la Iglesia católica y el Estado, que buscaban propulsar una sociedad si no radicalmente laica, sí al menos un ciudadano con criterios autónomos y, por lo tanto, de mayor responsabilidad en sus actuaciones.