“En su punto más extremo y radical, el mexicano se concibe como ‘accidental y zozobrante’, lo que quiere decir que se abre sin defensa a la condición humana en su estrato más profundo”. A diferencia del europeo que trata de huir de esa condición por medio de las construcciones sustanciales de la fe, la ciencia o la cultura, el mexicano no huye de ella, “la palpa cada noche, a todas horas”. En la grave crisis de la posguerra, Uranga ofreció otro modelo de humanismo, uno que enseñara a los mexicanos a asumirse como son, accidentales, zozobrantes y que, de paso, ilustrara a todos los demás seres humanos, pero en especial a los europeos, que la accidentalidad y la zozobra son las condiciones más profundas de la condición humana.