La poda

Los árboles del bosque no hicieron nada, o nada que pudierais ver, en cualquier caso

su cuerpo un signo de interrogación para todas las preguntas que por su temperamento no estaba capacitada para formular; los por qué, los cómo, los cuánto, más que nunca preguntó por no creerse lo suficientemente importante

Parecía que su cuerpo estuviera vaciándose de algo, de infancia quizá, de pertenencia; no habría sabido deciros de qué

Los sentimientos de Anne iban y venían como el mal tiempo. Había aprendido hacía mucho que no tenían trascendencia alguna, así que pese a estar llorando cuando se marchó con su cargamento ni siquiera les prestó atención

Tan solo el fantasma de su antiguo yo, reclinado triste en el alféizar, con los hombros enormes empotrados en el vano y a la espera de algún día

En el interior de un bosque, la lluvia es primero sonido y después humedad

Se empapó como nunca antes. Anne descubrió que el agua carecía de modales. Da igual cómo te pongas, encuentra el modo

No vamos a ayudar, dicen los árboles. De noche estamos a kilómetros de altura, engarzamos los dedos en el cielo, nos aliamos con el mayor de tus miedos

Fuera hay voces que no oyes hasta que estás sola. No incites al bosque en una noche tan oscura como esta, a no ser que lo conozcas como la palma de tu mano. Ahí fuera hay muchísimo de tu propia invención

Los árboles se lo podrían haber dicho. El ruido es el que siempre manda en un bosque, en la oscuridad