Los buenos lo sacrifican todo para vencer, y apuñalan a quien haga falta y del modo que puedan. El gran guerrero es aquel que sigue respirando cuando los cuervos se dan el atracón. El gran rey es aquel que contempla cómo arden los cadáveres de sus enemigos. Que el Padre Paz derrame lágrimas por los métodos; la Madre Guerra sonríe a los resultados.