cierta ocasión pregunté a una chica universitaria con qué tipo de hombre le gustaría casarse. Ella me respondió: —Quisiera que fuera capaz de contar chistes, de cantar y bailar, y de quedarse en casa por la noche.
—Tú no quieres un esposo —le dije—; lo que quieres es un aparato de televisión.
Sus fantasías acerca de un esposo revelan una de las razones más corrientes por las cuales los matrimonios fracasan. Nos casamos con expectaciones poco realistas y con pocas habilidades solícitas.