La política cultural que lideró Nelson Rockefeller se caracterizó por dos movimientos: la exhibición y la recolección. El primero de ellos fue la preparación de la muestra “La Pintura Contemporánea Norteamericana”, entre 1940–1941, y el segundo está relacionado con una serie de acciones tendientes a recolectar obras de arte de los países latinoamericanos con el propósito de exhibirlas en algunos ámbitos de Estados Unidos. En este libro se propone revisar las estrategias y los desafíos que los enviados norteamericanos debieron sortear para establecer una política de intercambio consistente con la idea de buena vecindad. No es una obra sobre historia del arte o sobre la historia de la estética panamericana, es un estudio sobre las relaciones que la política estableció usando al arte como vehículo.
La institucionalización de estos intercambios cuenta con algunos individuos que fueron especialmente importantes, como Rockefeller, Grace Morley y Lincoln Kirstein, entre otros. Las estrategias de exhibición y recolección que todos estos agentes emplearon se configuraron como un conjunto de acciones cuyo objetivo era armar una visión “norteamericana” de los latinos. Para esto, el gobierno montó un sofisticado aparato exhibicionista cultural cuyo propósito primordial fue demostrar que los Estados Unidos podían producir arte con refinamiento, singularidades y matices propios, sin necesidad de hacer una copia de las vanguardias europeas.