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Libros
Carolina Casado

Un acorde menor

  • Leonela Curaca Gutierrezcompartió una citahace 4 años
    «Es­ta­mos tan acos­tum­bra­dos a dis­fra­zar­nos para los de­más que al fi­nal nos dis­fra­za­mos para no­so­tros mis­mos».
  • Promisecompartió una citahace 4 años
    las me­jo­res his­to­rias son aque­llas que nun­ca ter­mi­nan.
  • Promisecompartió una citahace 4 años
    No me­re­ce la pena re­crear­se en el pa­sa­do si no es para apren­der de él,
  • Promisecompartió una citahace 4 años
    A ve­ces las co­sas solo pue­den ser ellas mis­mas cam­bian­do.
  • Promisecompartió una citahace 4 años
    La vida no es una fá­bri­ca de de­seos, lo sé. Pero eso no pue­de im­pe­dir­me so­ñar
  • Promisecompartió una citahace 4 años
    La va­len­tía su­po­ne en­fren­tar­se a los mie­dos sa­bien­do lo mu­cho que se pue­de per­der y lo poco que se pue­de ga­nar. La va­len­tía se trans­for­ma en or­gu­llo cuan­do se com­prue­ba que su­ce­de todo lo con­tra­rio.
  • Promisecompartió una citahace 4 años
    Los ver­da­de­ros sen­ti­mien­tos sa­len a flo­te cuan­do crees que pue­des desaho­gar­te de lo que ha­bi­ta en tu pe­cho sin que nada pue­da des­truir­lo. Por eso es más fá­cil ser sin­ce­ro cuan­do tie­nes a la os­cu­ri­dad de tu lado.
  • Promisecompartió una citahace 4 años
    To­dos te­ne­mos en co­mún que no sa­be­mos vi­vir fue­ra de los lí­mi­tes que nos im­po­ne la men­te. Vi­vi­mos bajo sus im­po­si­cio­nes, acos­tum­brán­do­nos al do­lor que eso nos pro­du­ce, por­que pen­sar que po­de­mos per­der el con­trol nos ate­rro­ri­za casi tan­to o más que la os­cu­ri­dad en la que es­ta­mos in­mer­sos
  • Promisecompartió una citahace 4 años
    a ve­ces el do­lor no en­tien­de de ba­rre­ras por­que es ca­paz de atra­ve­sar has­ta la pro­tec­ción que ofre­cen las pa­la­bras.
  • Promisecompartió una citahace 4 años
    Las co­sas solo due­len por­que no­so­tros de­ja­mos que due­lan. Nos em­pe­ña­mos tan­to en no sen­tir que se nos ter­mi­na ol­vi­dan­do que las emo­cio­nes no pue­den fin­gir­se, que no po­de­mos evi­tar es­tar tris­tes un día y a la ma­ña­na si­guien­te des­per­tar­nos como si nada hu­bie­ra su­ce­di­do. Sí que po­de­mos im­pe­dir que las emo­cio­nes do­mi­nen nues­tra vida. Solo hay que ce­rrar­les la puer­ta cuan­do ven­gan y re­cor­dar que vol­ve­re­mos a es­tar bien. Qui­zás no hoy, ni den­tro de una se­ma­na. Pero todo lle­ga y todo pasa. Es par­te del ser hu­mano.
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