Adam se miró el reloj: las seis y veinte, un poco pronto para cenar. Pero a esas alturas estaba realmente hambriento, y, además, vio que en el interior ya había unos cuantos clientes. Un hombre bronceado y sonriente se acercó a la puerta y la abrió para que entrase.
Otra descripción más. Muy sutil y no cargada.