En este bestiario se describen veintidós especies nacidas gracias a la mutación genética, en un futuro que, contra todo pronóstico apocalíptico, favorece la multiplicación de la vida: «En vez de rechazar el azufre, esta familia fue hospitalaria y se abrió a él y a los ácidos vertidos en el agua». Los multipatópodos, leemos al inicio del libro, «habitan el continente americano desde hace cuatro siglos. Principalmente heterótrofos, gustan de todo tipo de alimentos vivos como insectos, plantas, animales y a veces sus propias uñas, cueros y costras, razón por la que se les ha descrito como autótrofos o autófagos atrofiados. El más desarrollado no supera el metro de diámetro con todos sus pies y el más pequeño no es visible para el ojo humano». Algunos ejemplares insignes son el Iconoclastópodo, que destruye monumentos y pinturas sagradas; el Cantón Suicida, productor de enormes cantidades de tela de araña con la que se fabrican indumentarias de guerrilla; la Juya, criatura famosa por su docilidad; y el Verallo, visto por primera vez en el estadio La Bombonera de Buenos Aires y luego uno de los multipatópodos más conocidos del globo. El libro incluye ilustraciones de Luis Vidal.