Sonreí con frialdad.
—Oh, cuéntales la historia de cómo obtuve mi apodo, Sam. Es una buena historia.
La feria.
El beso.
Las confesiones.
Tú eres un monstruo y yo soy un monstruo. Ambos somos demonios, buscando nuestra próxima libra de carne.
Una bala de platino podría matar a un Nix, pero no, me diste oro. Me quieres viva, Brennan. Bien y capaz de defenderme.