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Mario Vargas Llosa

La ciudad y los perros

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  • martecompartió una citahace 20 días
    Los muchachos nos aplaudieron como nunca he oído, cualquiera que tenga un corazón se emociona.
  • martecompartió una citahace 21 días
    no pisé una cazuela
  • martecompartió una citael mes pasado
    El barrio no tiene nombre. Cuando se formó un equipo de fulbito para intervenir en el campeonato anual del «Club Terrazas», los muchachos se presentaron con el nombre de «Barrio Alegre». Pero, una vez terminado el campeonato, el nombre cayó en desuso. Además, los cronistas policiales designaban con el nombre de «Barrio Alegre» al jirón Huatica de la Victoria, la calle de las putas, lo que constituía una semejanza embarazosa. Por eso, los muchachos se limitan a hablar del barrio. Y cuando alguien pregunta cuál barrio, para diferenciarse de los otros barrios de Miraflores, el de 28 de Julio, el de Reducto, el de la calle Francia, el de Alcanfores, dicen: «el barrio de Diego Ferré».
  • martecompartió una citael mes pasado
    La mano de Alberto explora el interior, con cuidado, a unos milímetros de la superficie vellosa del sacón, como si fuera a acariciar el rostro o los cabellos del ser amado y estuviera saboreando el placer de la inminencia del contacto, tocando sólo su atmósfera, su vaho. «Sácale los cordones a dos botines, dice Alberto. Necesito». El Esclavo lo suelta, se inclina, se aleja a rastras. Alberto libera el sacón del colgador, mete el candado en las armellas y aprieta con toda la mano, para apagar el ruido. Después, se desliza hacia la puerta. Cuando llega el Esclavo, lo vuelve a tocar, esta vez en el hombro
  • martecompartió una citael mes pasado
    . Todo el mundo sabe que tienes miedo. Hay que trompearse de vez en cuando para hacerse respetar. Si no, estarás reventado en la vida.

    —Yo no voy a ser militar.

    —Yo tampoco. Pero aquí eres militar aunque no quieras. Y lo que importa en el Ejército es ser bien macho, tener unos huevos de acero, ¿comprendes? O comes o te comen, no hay más remedio. A mí no me gusta que me coman.

    —No me gusta pelear —dice el Esclavo—. Mejor dicho, no sé.

    —Eso no se aprende —dice Alberto—. Es una cuestión de estómago.

    —El teniente Gamboa dijo eso una vez.
  • Abigail Mirandacompartió una citahace 7 meses
    Mejor que ni sepa que he salido. Algún día te iré a buscar a la agencia donde trabajas para que nos tomemos unas copas. A mí me encanta conversar con los amigos. Pero no podremos vernos con frecuencia; tú te has vuelto un hombre serio y yo no me junto con hombres serios.
  • Abigail Mirandacompartió una citahace 7 meses
    Cuánto tienes? —preguntó el cura.

    —Trescientos soles —dijo el Jaguar.

    —La mitad —dijo el cura—. No para mí, para mis pobres.

    —Y nos casó —dijo el Jaguar—. Se portó bien. Compró una botella de vino con su plata y nos la tomamos en la sacristía: Teresa se mareó un poco.
  • Abigail Mirandacompartió una citahace 7 meses
    ¿dónde te casaste?

    —En Huacho. El cura no quería casarnos porque faltaban las proclamas y no sé qué otras cosas. Pasé un mal rato.

    —Me figuro, me figuro —dijo el flaco Higueras.

    —¿No ve usted que me la he robado? —dijo el Jaguar—. ¿No ve que casi no me queda plata? ¿Cómo quiere que espere ocho días?
  • Abigail Mirandacompartió una citahace 7 meses
    —Después —dijo el Jaguar—. Esa misma noche, cuando Teresa me contó lo de su tía, le pregunté si quería casarse conmigo.

    —Sí —dijo Teresa—. Yo sí quiero. Pero ¿y mi tía?

    —Que se vaya a la mierda —dijo el Jaguar
  • Abigail Mirandacompartió una citahace 7 meses
    —Era la primera vez que la besaba —dijo el Jaguar—. La besé varias veces; quiero decir en la boca. Ella también me besó.

    —Se entiende, compañero —dijo el flaco—. Claro que se entiende. ¿Y al cuánto tiempo se casaron?

    —Al poco tiempo —dijo el Jaguar—. A los quince días.
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