En Cinco puntos en la pared, Claudia María Celeste Miner comparte algunos resplandores de su vida simple. Nos enseña así textos que cuentan secretos de alguien «tan rota y frágil como las estrellas», cerca de la muerte. Alguien que tiene su caja de recuerdos: el primer beso, los bailes en la escuela, la esquina soleada del barrio. Alguien que remienda almas.
Y “alguien” es también el lector, es la narradora, quien sugiere no mirar atrás, que entrelaza, con valentía aún, su mano a la de su alma gemela. Alguien que concibe un encuentro como una reunión de energías y sensaciones. Alguien para quien el amor es un estallido de destellos repartidos al azar. Alguien para quien el mundo real ofrece también cosas buenas, aunque le quede poco tiempo a su maravilla. Alguien que, observando a los otros, encuentra un camino para entender la propia existencia.