respetar a los otros no por las desviaciones narcisistas de su personalidad, reflejadas en comedias publicitarias, diplomas, premios, cuerpos remodelados, voracidad económica, adornos excesivos, sino por su desarrollo interno,
desarrollar armoniosamente sus cuatro centros: intelectual, emocional, sexual y corporal,
no refugiarse en un solo centro o dos, para reprimir los restantes, estableciendo barreras interiores donde sus pensamientos, emociones, deseos y necesidades viven en tiempos e intensidades incompatibles,
saber descansar, su mente en silencio, su corazón no discriminando, su sexo sintiéndose satisfecho y su cuerpo agradeciendo estar vivo,
eliminar hábitos y repeticiones, siguiendo sus legítimos deseos, no copiando lo que otros hacen ni comparándose con ellos en constante competición,
darse cuenta de que es imposible conocer a los seres en su totalidad y preocuparse de verificar si las relaciones que establece con ellos obedecen a proyectos constructivos,
dejar de actuar para acumular méritos,
no huir sino enfrentarse voluntariamente a sus sufrimientos,
ser capaz de no desperdiciar la energía mental, emocional, sexual o física, siempre pensando que lo que obtiene para él mismo debe desearlo también para los otros,
nunca convertir, por ataduras infantiles, las mentiras en supersticiones,
darse cuenta de que más importante que lo que le sucede es cómo reacciona ante ello,
comprender que su voluntad consciente sólo es libre cuando la ejerce en unión con la voluntad del Inconsciente.
En la tercera etapa, el aspirante debe poder afirmar sinceramente:
Lo que vendrá, vendrá y lo acepto.
No guiaré mis acciones por miedo a castigos infernales o por codicia de premios celestiales.
Seré lo que soy y no lo que los otros quieren que sea.