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Georges Bataille

Madame Edwarda – El Muerto

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Georges Bataille, con el seudónimo de Pierre Angélique, había publicado, en 1937 Madame Edwarda. Una vez muerto Bataille, apareció finalmente la edición definitiva con el nombre real del autor. Bataille había concebido publicar, en un solo volumen, Madame Edwarda, seguido de Mi madre y de otros dos textos. Fiinalmente fueron publicados por separado y, ahora, debido a la brevedad del texto de Madame Edwarda -y de El muerto (libro que no entraba en este proyecto de Bataille)-, decidimos, con la autorización del editor francés, reunirlos en un solo volumen, en la edición española. Se trata de dos pequeños tesoros literarios que harán las delicias de quienes aman la literatura, de quienes aman el erotismo y de quienes aman la literatura erótica. Madame Edwarda (1937) es la imagen misma de la mujer transgresora, de esa mujer que, proveniendo de lo que concebimos como el Mal, pasa a ser Dios por su omnipotente poder de disponer de su vida, de su sexo y de su muerte. El hombre que la sigue, cautivado, presa de un miedo atávico, encuentra en ella la total realización del Deseo. El muerto (1967), publicado póstumament, está compuesto de veintiocho escenas breves que narran las últimas horas de una mujer cuyo amante acaba de morir en sus brazos. Ese coito interruptus la precipita en un vertiginoso dédalo de vivencias eróticas en las que ella misma va al encuentro de su amante, en la muerte…
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49 páginas impresas
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Opiniones

  • Santiago Romerocompartió su opiniónhace 5 años
    🙈Ni fu ni fa
    😄Divertido

    Siempre he leído que Bataille propone una cuspide de erotismo, pero yo creo que se queda en el mero morbo de leer porno.

  • Miza J Gaxiolacompartió su opiniónhace 7 años
    😄Divertido

    No entendí :'v

Citas

  • Santiago Romerocompartió una citahace 5 años
    El hombrecillo rechoncho, con la cabeza demasiado ancha, contempló a María con mirada lúgubre, como con la intención de incordiar.

    Examinó todo lo demás con la misma mirada, la cabeza erguida entre los hombros.

    Llamó:

    —¡Pedro!

    El mozo se acercó:

    —Esta joven —dijo el enano— me la pone tiesa. ¿Quieres sentarte aquí?

    El mozo se sentó, y el conde añadió alegremente:

    —Sé bueno, Pedro, hazme una paja. No me atrevo a pedirle a está jovencita...

    Sonrió.

    —No está, como tú, acostumbrada a los monstruos.

    En aquel mismo instante, María se subió al banco.

    María mea encima del conde

    —Tengo miedo —dijo María—. Pareces un mojón.

    El conde no contestó. Pedro le agarró la polla.

    En efecto, seguía impasible, como un mojón.

    —Vete —le dijo María—, de lo contrario te meo encima...

    Subió a la mesa y se acuclilló.

    —Me haría usted feliz —contestó el monstruo.

    Su cuello no tenía flexibilidad alguna: cuando hablaba, sólo se le movía el mentón.

    María meo.

    Pedro se la meneaba vigorosamente al conde, cuyo rostro recibió el primer chorro de orina.

    El conde rugió, y la orina lo inundó. Pedro se la meneaba como si jodiera, y la polla escupió la leche en el chaleco. El enano bramaba con pequeños estertores que lo sacudían de la cabeza a los pies.
  • Santiago Romerocompartió una citahace 5 años
    El amor estaba muerto en aquellos ojos

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