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Rick Riordan

La Marca De Atenea

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  • Agustina Gonzálezcompartió una citahace 4 meses
    —¡Frank! —Annabeth tenía las orejas rojas como tomates—. Solo bajamos a hablar. Nos quedamos dormidos sin querer. Nada más.

    —Nos besamos un par de veces —dijo Percy.

    Annabeth le lanzó una mirada asesina.

    —¡No estás ayudando!
  • Alejandro Rubio Francocompartió una citahace 7 años
    Algunos se abofeteaban a sí mismos como si quisieran despertar de una pesadilla.
  • Minmincompartió una citahace 5 días
    . Tenía mucho miedo de que volvieras al Campamento Júpiter.

    Jason se quedó sorprendido.

    —Eso no ocurriría jamás, a menos que tú vinieras conmigo. Te lo prometo.
  • Minmincompartió una citahace 8 días
    —«La Marca de Atenea arde a través de Roma —continuó Ella, tapándose los oídos con las manos y alzando la voz—. Los gemelos apagarán el aliento del ángel, que posee la llave de la muerte interminable. El azote de los gigantes es pálido y dorado, obtenido con dolor en un presidio hilado».
  • Minmincompartió una citahace 8 días
    Atenea, la forma griega de Minerva
  • fraymar tejedacompartió una citahace 2 meses
    Explicó que se había despertado en la Casa del Lobo sin más recuerdo que un nombre: Annabeth.
    Cuando Annabeth lo oyó, tuvo que hacer esfuerzos para no llorar. Percy les contó que había viajado a Alaska con Frank y Hazel; que habían vencido al gigante Alcioneo, habían liberado al dios de la muerte Tánatos y habían regresado con el estandarte perdido del águila dorada del campamento para hacer frente al ataque del ejército de los gigantes.
    Cuando Percy hubo terminado, Jason silbó, admirado.
    —No me extraña que te hayan hecho pretor.
    Octavio resopló.
    —¡Eso significa que ahora tenemos tres pretores! ¡Las normas estipulan claramente que solo podemos tener dos!
    —Mirando el lado positivo, Jason y yo tenemos un rango superior al tuyo, Octavio —dijo Percy—. Así que los dos podemos decirte que te calles.
    Octavio se puso tan morado como una camiseta romana. Jason chocó el puño con Percy.
    Hasta Reyna logró sonreír, pese a tener una mirada turbulenta.
  • fraymar tejedacompartió una citahace 2 meses
    —Y esta es Annabeth —dijo Jason—. Normalmente no va por ahí haciendo llaves de yudo.
    A Reyna le brillaban los ojos.
    —¿Seguro que no eres romana, Annabeth? ¿O amazona?
  • fraymar tejedacompartió una citahace 2 meses
    No era lo que Annabeth pretendía, pero se abalanzó hacia delante. Percy corrió hacia ella al mismo tiempo. La multitud se puso tensa. Algunos alargaron las manos para coger unas espadas que no llevaban encima.
    Percy la rodeó con los brazos. Se besaron y, por un momento, no importó nada más. Un asteroide podría haber chocado contra la Tierra y haber exterminado toda forma de vida, y a Annabeth le habría dado igual.
    Percy olía a aire de mar. Sus labios estaban salados.
    «Sesos de Alga», pensó, aturdida
  • Luciana Barquinerocompartió una citahace 2 meses
    Nico giró su anillo de plata con una calavera.

    —Percy es el semidiós más poderoso que he conocido en mi vida. Sin ánimo de ofenderos, chicos. Si alguien puede sobrevivir, es él, sobre todo con Annabeth a su lado. Encontrarán un camino de salida en el Tártaro.
  • Luciana Barquinerocompartió una citahace 2 meses
    —Suéltame, Percy —dijo con voz ronca—. No puedes subirme.

    Él tenía el rostro pálido del esfuerzo. Annabeth podía ver en sus ojos que sabía que era inútil.

    —Jamás —dijo Percy. Miró a Nico, cuatro metros más arriba—. ¡En el otro lado, Nico! Os veremos allí. ¿Lo entiendes?

    Los ojos de Nico se abrieron desorbitadamente.

    —Pero…

    —¡Llévalos allí! —gritó Percy—. ¡Prométemelo!

    —Yo… te lo prometo.

    Debajo de ellos, la voz se rió en la oscuridad. «Sacrificios. Preciosos sacrificios para despertar a la diosa».

    Percy agarró más fuerte la muñeca de Annabeth. Él tenía la cara demacrada, llena de arañazos y manchada de sangre, y el cabello cubierto de telarañas, pero cuando la miró fijamente, a ella le pareció que nunca había estado más guapo.

    —Seguiremos juntos —prometió Percy—. No te separarás de mí. Nunca más.

    Fue entonces cuando ella entendió lo que pasaría. «Un viaje solo de ida. Una caída muy dura».

    —Mientras estemos juntos —dijo ella.

    Oyó que Nico y Hazel seguían pidiendo ayuda a gritos. Vio la luz del sol muy por encima, tal vez la última luz del sol que viera en la vida.

    Entonces Percy soltó el pequeño saliente y juntos, cogidos de la mano, él y Annabeth cayeron en la oscuridad infinita.
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