Pedagogías y emancipación

Si los modos de hacer son políticas de conocimiento y las políticas de conocimiento suponen modos de escribir, quisiera no hurtar las condiciones y contextos en los que surgen los pensamientos, diálogos, confrontaciones, silencios, y dar cuenta de mi lugar de enunciación, de mis posicionamientos políticos, epistemológicos, pedagógicos, afectivos, geopolíticos, que reconocen una trayectoria de pensamiento y acción artesanal en los bordes o desbordes de las instituciones educativas.

los modos de hacer como políticas de conocimiento; el gesto escritural como disidencia a la heterosexualización pedagógica; una pedagogía antinormativa/cuir que se hace en el cuerpo.

La educación, pues, somete y libera de manera internamente antagónica y contradictoria por una razón muy simple: la cultura es un sistema que liga y desliga al mismo tiempo.

La antología más hermosa de la humanidad podría ser aquella en la que reuniéramos todas las cartas que podríamos escribir a quienes nos han enseñado algo.

Quien no sea consciente de este poder y de esta ambivalencia intrínseca de la educación no puede hablar propiamente de lo que implica: directamente relacionada con la existencia, puede matar o puede salvar.

educar es tener la existencia de los demás, aquello que son y que podrían ser, entre manos.

Es estar, pues, en lo inacabado que somos: abiertos, expuestos, frágiles.

Pero, en todos los casos, hay un interés para construir un modelo más integrador, social, consciente, libre, autónomo y adaptado a los momentos actuales. Lejos de la mercantilización, el trasfondo es común: hacer de la escuela un proyecto social y cultural emancipador.» Berta Galofré, Núvol, noviembre de 2020.

sobre qué cuerpos (no) pueden vivir en este mundo y qué saberes (no) pueden existir.

La disputa por la imaginación educativa es una lucha por las palabras que construyen los relatos