En Ya nada me separa de la luna que brilla, de Alejandro Imposti, nos encontramos con una historia narrada de manera laberíntica. Allí vemos su pasaje por distintos momentos, cómo los va desglosando y haciendo poesía, cómo van adquiriendo profundidad a medida que las páginas se suceden y el mensaje se vuelve cada vez más claro y rotundo.
Hay espacio para el amor y el desamor, para el aprendizaje y el crecimiento, para el retorno, para el escape.
Lo universal y lo singular tienen límites difusos en cada verso, y al leerlos nos sentimos escritores, actores de cada imagen.
Abrir este libro es saber que no saldremos iguales. Que no volveremos a ser los mismos. Que vale la pena.