Etgar Keret

De repente llaman a la puerta

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«El mejor libro de Keret hasta ahora ;el más divertido, oscuro y conmovedor;. Es tentador decir que estas historias son las más kafkianas, pero en realidad son sus más keretescas.»

Jonathan Safran Foer

«Sus cuentos pueden compararse con fuentes tan diversas como Franz Kafka, Kurt Vonnegut y Woody Allen… [Keret es] un escritor muy divertido e ingenioso y en ocasiones profundo.»

Kirkus Reviews

Cuéntame un cuento o te mato. Cuéntame un cuento o me muero. Así arranca la nueva colección de relatos de Etgar Keret: con una amenaza para calmar nuestra sed de historias y poder sobrellevar el día a día en este loco mundo, en el que la cara y la cruz se enfrentan continuamente, como en una banda de Möbius.

En los 38 cuentos de De repente llaman a la puerta, hay muchos ejercicios útiles para aprender a entender otra vida, la soledad, la muerte, la violencia y el índice de Bolsa. Lleno de situaciones absurdas, de humor, de tristeza y compasión, esta colección de Etgar Keret, calificado de «genio» por el New York Times, lo confirma como uno de los escritores más originales de su generación.
Este libro no está disponible por el momento.
221 páginas impresas
Publicación original
2013
Año de publicación
2013
Editorial
Siruela
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Opiniones

  • Daniel Trejo Martínezcompartió su opiniónhace 9 meses
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  • Bonzo Poecompartió su opiniónhace 3 años
    👍Me gustó

Citas

  • Rafael Ramoscompartió una citael año pasado
    –¿Y tú qué animal eres? –le pregunta mi hijo a la alemana, y yo me apresuro a traducírselo al inglés.

    –Yo no soy ningún animal –se ríe ella, pasándose una mano de larguísimas uñas por el pelo–, yo soy un monstruo, un monstruo que ha llegado del otro lado del océano para comerme a los niños pequeños y guapos como tú.

    –Dice que es un pájaro cantor –se lo traduzco a mi hijo con toda naturalidad–; dice que es un pájaro cantor de plumas rojas que ha llegado volando de un país lejano.
  • Rafael Ramoscompartió una citael año pasado
    ¿Por qué será mi mujer tan poco natural? ¿Por qué le resultará tan fácil decir de unas mujeres con perfume barato que son «putas», y por qué raya en lo imposible decirle a su hijito «soy una jirafa»? La verdad es que me da mucha rabia, y hasta me entran ganas de pegar unos buenos puñetazos. No a ella, porque a ella la quiero, sino a cualquiera. Desahogarme con alguien que lo merezca y liberarme así de mis frustraciones. Los de derechas pueden descargar toda su furia con los árabes. Los racistas, con los negros. Pero nosotros, los de la izquierda liberal, estamos atrapados. No tenemos con quien desahogarnos.
  • Rafael Ramoscompartió una citael año pasado
    El de las cejas no ha podido dejar de pensar, mientras intentaba tranquilizarlo, que todo eso era en vano, porque hasta que el viejo se haya acostumbrado a los implantes tendrá que pasar, por lo menos, un año, y seguro que un par de días antes o después se morirá de un infarto, de cáncer, de una embolia, o de cualquiera de las demás cosas de las que se muere una persona de su edad. Habría que limitar la edad de recibir tratamiento a los ochenta años, piensa mientras se quita los zapatos, y pasada esa edad, decirles sencillamente: «Ustedes ya han vivido bastante. A partir de ahora consideren que lo que les queda de vida es un plus, un regalo sin ticket de cambio. ¿Que les duele? Pues no pasa nada. A esperar a que se les pase o a que se mueran». «Esa edad», piensa el de las cejas mientras se lava los dientes, «cada vez la tengo más cerca, la siento como un caballo desbocado que viene hacia mí echando espuma por la boca. Dentro de poco seré yo el que esté ahí echado en esa cama sin levantarme». Y el hecho de pensarlo, le produce cierta tranquilidad.

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