La venganza del unicornio

Nunca es tarde para volver a encontrarse. Haz lo que hice yo, Eider. Deja que el mundo crea lo que quiera de ti, que te señale, que intente encerrarte. Y después úsalo en tu beneficio para ir contra él; para luchar por quien de verdad eres.

Lo que un día había sido una promesa desesperada en el frente se convirtió en aquella iglesia, en aquel refugio, en aquel instante previo a que llegara el beso, en algo que sonó a «para siempre».

Las había encajado (y encajaban perfectamente, porque Neith no podía pensar en un lugar mejor donde pudieran estar) y había demostrado que no importaba si nadie las quería: siempre había un sitio para cada una.

Quizá podamos hacerles las cosas un poco más fáciles. Quizá podamos dejarles más cerca de la meta. —Sus ojos barrieron la sala, los rostros de la gente sentada a la mesa junto a ellas—. Así que pensad en ellos cuando sintáis que el miedo os supera: en quienes amáis, en los otros miembros de la Sociedad, en quienes no están hoy aquí porque se han ido ya, en quienes querrían luchar, pero no pueden. Pensad en el mundo que queréis dejar cuando os lleve la muerte. —Su mirada se posó sobre la de Arabella—. Eso es lo que me da fuerza a mí.

No sabía, sin embargo, si se dejaría. Valeria parecía una de aquellas almas que echaban raíces en el suelo o en otras personas. Quizá su espíritu escapase de su bolsa y corriese hasta las ruinas de Villa Áurea, o quizá se convirtiera en una sombra que siguiera siempre a aquella mujer que tanto amaba, para espantar a otros fantasmas que pudieran perturbarla.

nfeliz es aquel a quien los recuerdos de la infancia sólo traen miedo y tristeza».

—¿Buscar un lugar mejor?

—Buscar las cosas que hacen que un lugar sea mejor.

Claro que tengo miedo. Pero he tenido miedo toda mi vida, Via, y sé lo que pasa cuando dejas que te venza. El miedo hay que usarlo, no permitirle guiar tus acciones. Por miedo me aparté de ti hace no tanto, pero tú me pediste que no lo hiciera.

Bella le habría dicho que a alguna gente le hacía sentir mejor pensar que había alguien en quien depositar su fe; su enamorada le habría respondido que la fe había que depositarla en personas de carne y hueso, como ella.

Pero al final había tomado sus propias decisiones.

Las seguiría tomando, se obligó a pensar. Tomaría muchas más decisiones en el futuro, y no importaba si eran buenas o malas, si se equivocaba en el proceso o acertaba. Lo importante era que serían solamente suyas.