nuestra sociedad, algunos autores han mostrado con brillantez la carga ilusoria de la posesión y sus múltiples efectos destructivos en cada dominio del saber y cada forma de relación humana. «Es el gozar, no el poseer, lo que nos hace felices» (I, XLII), sugería agudamente Montaigne. Y para ofrecer sólo algún ejemplo entre los más elocuentes, quisiera detenerme en particular en tres temas que, por razones diversas, han tenido y tienen un peso extraordinario en la vida de los hombres: la dignitas hominis, el amor y la verdad