Innokenti Yelenski es nombrado profesor de literatura en Moscú y se traslada de su ciudad natal a su nuevo lugar de residencia. Al cabo de un tiempo su esposa Natalia junto con su pequeña hija Arina alquila un carruaje y se dirige a Moscú en pos del marido. Sin embargo, por el camino el carruaje es atacado por la banda de Svistún. Natalia y los otros viajeros mueren. Svistún recoge a Arina por compasión. Pero se encariña con ella, como si fuera de su sangre y se instala en Moscú, donde vive con holgura. Arina crece en la abundancia, sin sospechar que quien la educa no es su verdadero padre.
Con el paso de los años Arina se convierte en una señorita encantadora. En el lecho de muerte su “padre” le confiesa que muchos años atrás la había recogido en el camino que llevaba a Moscú y le entregó una crucecita que había arrancado del cadáver de su madre. Arina estaba confundida. Ése a quien consideraba su padre era ¡el culpable de la muerte de su madre!
Apenas se quedó huérfana, a su alrededor empezaron a revolotear a su alrededor loa cazadores de herencias. Sin embargo, el “padre” fallecido había enseñado a la muchacha a defenderse y a disparar un arma con precisión. No obstante, Arina no perdía la esperanza de encontrar el verdadero amor y descubrir a su verdadero padre.