Christopher Hitchens

Dios no existe

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Christopher Hitchens sigue defendiendo la magnificencia de un universo sin Dios con esta antología, la primera en su género, de las voces más influyentes, de la actualidad y del pasado, que han contribuido a su argumentación en el debate sobre Dios. Con Hitchens como guía erudito e ingenioso, recorremos textos fundamentales de la filosofía, la literatura y la investigación científica, de autores tan diversos como Lucrecio, Baruch Spinoza, Charles Darwin, Karl Marx, Mark Twain, George Eliot, Bertrand Russell, Albert Einstein, Daniel C. Dennett, Richard Dawkins y muchos otros. Y en todos los casos Hitchens, gran comentarista político y literario, explica el contexto y la obra como solo él sabe hacer. ¿Ateo? ¿Creyente? ¿Confuso? No importa cuál sea la postura del lector: Dios no existe es una lectura fascinante para todo el mundo.
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927 páginas impresas
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Opiniones

  • Beatriz ACcompartió su opiniónhace 6 años

    Entre los representantes del ateísmo contemporáneo presenta unos argumentos muy claros y lúcidos sobre la inexistencia de algún ser divino

Citas

  • berenice colincompartió una citahace 4 años
    ¿Cómo es posible que ideas tan absurdas y nocivas hayan llegado a ser tan influyentes? ¿Y por qué siempre estamos enzarzados en una lucha contra sus violentos e intolerantes defensores? Pues porque la religión fue la primera (y peor) tentativa de nuestra especie para explicar la realidad. Era a lo máximo que llegaba la humanidad en una época en que no teníamos la menor noción de física, química, biología o medicina. No éramos conscientes de vivir en un planeta esférico, y menos al borde de un universo de magnitud inconcebible que se estaba alejando de su fuente original de energía. Ignorábamos el gran poder de los microorganismos: que, por un lado, no pudiéramos vivir sin su presencia en el aparato digestivo, y, por el otro, nos sometiesen a ataques mortales como parásitos. Ignorábamos nuestro estrecho parentesco con otros animales. Creíamos que el aire que nos rodeaba estaba poblado por duendecillos, trasgos, demonios y djinns. Nos imaginábamos que el trueno y el relámpago eran prodigios
  • Beatriz ACcompartió una citahace 6 años
    Una oración en aquellas circunstancias habría sido no solo absurda (¿qué derechos podía reclamar?, ¿a quién?), sino también blasfemia, obscenidad, llena de la mayor impiedad de la que es capaz un no creyente. Dejé de lado aquella tentación: sabía que así, si sobrevivía, no tendría que avergonzarme.
    PRIMO LEVI, Los hundidos y los salvados
  • Beatriz ACcompartió una citahace 6 años
    Durante un instante, he sentido la necesidad de pedir ayuda y refugio. Después, a pesar de la angustia, se ha impuesto la ecuanimidad: no se cambian las reglas del juego al final de la partida ni cuando estás perdiendo.

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