Feliciano Pérez-Vera Hernández

Fuerte es el amor más que la muerte

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Los esfuerzos del abogado don Estanislao Mina por conseguir que su hija Amalia pudiera contraer matrimonio con algún heredero de alguna familia aristocrática sevillana, le llevaron a engañar a un cliente de su despacho, don Alfonso de Pontiví, Conde de Pontiví, induciéndole a parcelar una dehesa de su propiedad: la Dehesa de Tejada.
Esto supuso que una familia que tenía arrendada estas tierras, los Rivera, tuvo que abandonar aquella finca, cuyos pastos tenían arrendados desde varias generaciones atrás. Arrancarlos de aquellas tierras, supuso grabar en la memoria de las generaciones siguientes el deseo obsesivo de volver a ellas.
Don Estanislao, para completar sus planes, adquirió tierras propiedad de la Iglesia Católica en una de las subastas del proceso desamortización que se llevó a cabo en la España del siglo XIX, situadas en Valdeolivos. Tierras malditas que arrendó a la misma familia Rivera.
Una vez propietario de considerables extensiones de tierra y creyendo estar a un paso de emparentar con una familia de la nobleza sevillana, se encontró con la sorpresa de que Amalia, su hija, se enamoró de un irresistible joven, Francisco Rivera, hijo mayor de dicha familia.
Sevilla y Valdeolivos, serán el escenario de los amores clandestinos de Amalia y Francisco durante veintitrés años, ante la mirada paciente, airada, o simplemente ignorante, del resto de las dos familias, hasta que el envenenamiento de Francisco acaba con dichos amores de forma trágica.
La tragedia siguió su curso, ya que un hijo de Amalia, Lorenzo Olivares, y una hija de Francisco, Concha Rivera, que eran hermanos aunque no lo sabían, se enamoraron con un amor imposible, una vez que lo descuben.
La vida de Concha Rivera queda, desde entonces, anclada en Valdeolivos, llena de recuerdos y sin un sentido aparente.
Paralelamente, la vida de los descendientes de Don Alfonso de Pontiví sigue su curso entre Sevilla, Madrid y el pueblo andaluz de Villaguardiana, señorío que les pertenece desde la Edad Media.
Su hijo Don Luis, casado con Doña Carolina de Terrantes, herederos ambos de dos grandes fortunas y descendientes de antiguas familias españolas, tiene una hija, Victoria de Pontiví que reaccionando contra la vida de lujo y privilegios que le rodea, se hace miembro del Partido Comunista.
Victoria, envuelta en los acontecimientos de la Guerra Civil Española, y enamorada de Santiago, un médico también militante del Partido Comunista, asiste a la ejecución del hombre que ama y muere en el alumbramiento del hijo de ambos. Un niño, del que todos ignoran su origen y condición.
Por azares del destino, dicho niño lo encomiendan a la tutela de Concha Rivera en Valdeolivos.
Durante diecinueve años, la fortuna de los Pontiví estuvo custodiada por un fiel criado, Juan Elías, que se mantuvo en la esperanza de un imposible retorno de doña Victoria, de la que se ignoraba que hubiera fallecido y hubiera dejado un descendiente.
Sostenido por una fe inquebrantable, y asistido por visiones ultra-terrenas, Juan Elías, hombre religioso y fiel a la familia que había servido desde niño, evitó la desaparición de la familia de los Pontiví.
El hijo de Victoria, Fernando, custodiado por Concha Rivera durante dieciocho años en Valdeolivos, va a encontrar su destino y su verdadera historia gracias a un acontecimiento casual.
Fernando es ahora el Conde de Pontiví, bisnieto de Don Alfonso de Pontiví, el que arrojó a la familia Rivera de la Dehesa de Tejada; pero, a la vez, es un Rivera, pues es la sangre que le ha educado y criado todos estos años. Un final sorprendente que demuestra que existe Una Bondad Oculta que nos protege por encima de nuestros errores.
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464 páginas impresas
Año de publicación
2017
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