He aprendido de nuevo a hablar con Christian. Con él todo es maravillosamente sencillo: se deja manejar. Si quieres, puedes hacer de todo con él. Es pura arcilla: si eres artista, puedes darle la forma que quieras. Podrías hacer cualquier cosa con él, hasta milagros. Es amable, dulcemente pasivo. Sentado ahí, espera a que uno se sirva de él. Es justo el ser humano que me hacía falta. Yo soy las manos y él la materia. Tiene que haber manos y materia, y yo no soy materia. Cuando hay manos y manos se llega a las manos, se pegan; eso no lleva a ninguna parte, no funciona, no paran de pelearse. Además, es mi hermano, y la palabra hermano es la palabra más bella del mundo