Hay que atravesar capas y capas de alma para llegar a ese sitio donde la herida puede compartirse y es posible alumbrar algo más que el drama individual. Hoy diría que, si eso falta, falta todo. Tal vez por eso el otro día, en la plaza del castillo –mientras miraba a los eloi–, me puse a dibujar la or azul de Novalis. Como si la historia de Heinrich von Ofterdingen y su búsqueda obstinada de la blaue blume pudiera servirme de amuleto, corregirme sutilmente la mirada, restañar en mí algo que dolía, sin que yo supiera qué.