Mireya Cerda Rodríguezcompartió una citahace 5 meses
pesar de todo, se empeñó en que en la casa hubiese una habitación para mí, así podría quedarme a dormir cuando me conviniera
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yo era una de las pocas personas que conseguían intimidarla y jamás se atrevía a llevarme la contraria
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tenía intención de seguir viviendo con mi amiga y que no pensaba volver con la familia.
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En las horas libres también trabajaba de secretaria en la redacción de una revista mensual
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siempre se había preocupado por los demás en lugar de pensar en ella misma
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se quejaba de que sus hermanas no habían aprendido en veinte años a llevar un negocio y ahora le tocaba a ella ayudarlas sin cobrar una lira
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Además, a una chica sola en una ciudad le podían pasar todo tipo de cosas
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Las dos eran muy educadas y tímidas, por lo que no se atrevían a confesarle a mi madre que su presencia no sólo las turbaba e indisponía, sino que hasta se avergonzaban un poco de ella, de sus modales bruscos y de su abrigo apolillado y vulgar
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Estaban tan acostumbradas la una a la otra que ni siquiera tenían necesidad de hablar, con un suspiro bastaba
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Y ése no era el único miedo de las hermanas de mi madre: también temían que, cuando llegara a la ciudad, a mi madre se le metiera entre ceja y ceja ayudarlas con la tienda, premonición que se cumplió tan puntualmente como la primera