Una vida de mierda es una existencia de pequeño asalariado servil, cuya mayor preocupación, a falta de algo mejor, es mejorar su psiquismo, sentir y vivir con plenitud sus emociones; zambullirse en la sabiduría de Oriente; caminar o correr para «sentirse bien con el propio cuerpo»; aprender a establecer relaciones «auténticas» con el prójimo, y «superar el miedo al placer».
En realidad, ciudadanos, podéis dormir tranquilos: el orden se mantiene, porque los jóvenes de hoy no tienen tanto «coraje» como los de 1968. No saldrán a la calle a protestar porque les han dejado un mundo de mierda, no exigirán cuentas ni desestabilizarán el orden social para vengarse. Están demasiado ocupados intentando… integrarse en la sociedad.