No me detendría si lo hacía. No sería capaz de devolverla.
¿Por qué ella? Porque, a pesar de mi madre, quien siempre me amó, y mis amigos, que siempre cuidaban mi espalda, era Erika Fane quien ponía el aire en mis pulmones o hacía que mi sangre corriera caliente. Siempre me tenía.