Ahora bien, todos los modelos son abstracciones, y su propósito es simplificar. En física, por ejemplo, se empieza con muchas premisas simplificadoras (por ejemplo, que no existe la fricción, o incluso la gravedad) para empezar a comprender algunas leyes básicas de la naturaleza. Pero luego esas premisas poco realistas empiezan a relajarse paulatinamente. A costa de la complejidad añadida, el físico obtiene así variantes de mayor uso práctico de la teoría.
En economía no es así. En la teoría económica, el proceso de relajar gradualmente las premisas restrictivas se detiene abruptamente antes de empezar siquiera. Si la falta de gravedad es un ejemplo de una de las premisas más restrictivas en el campo de la física, el equivalente en economía sería que no hay tiempo. O que todos los consumidores e industrias son idénticos. Pero a diferencia de la física, que puede relajar sus premisas para acercarse a la verdad, la economía no puede. De hecho, hay un extraordinario teorema económico que demuestra que los modelos económicos resolubles no pueden manejar tiempo y complejidad a la vez.