Del mismo modo, opino que tienen siempre necesidad de otros quienes no están en grado de comparecer contra el enemigo en combate abierto, sino que se ven siempre forzados a guarnecerse en el interior de las murallas, y a defenderlas.
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Nabis,[30] príncipe de los espartanos, sostuvo el asedio de toda Grecia y de un más que victorioso ejército romano, logrando salvaguardar contra todos ellos su patria y su poder.
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En cambio, alguien que en contra del pueblo llegue a ser príncipe mediante el favor de los notables, debe lo primero de todo tratar de ganarse al pueblo: cosa esta fácil si se hace su protector.
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Así pues, debe quien llegue a ser príncipe mediante el favor del pueblo mantenerlo junto a sí, cosa esta fácil, pidiendo aquél sólo que no se le oprima.
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O bien lo hacen aposta y movidos por su ambición, lo cual es señal de que piensan más en ellos que en ti; de ellos se debe el príncipe precaver, y temerlos como a enemigos declarados, pues siempre, en la adversidad, promoverán su caída.
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Añádase que el príncipe está obligado a vivir siempre con el mismo pueblo, mientras que bien puede actuar sin los mismos notables, siéndole posible ponerlos y quitarlos a diario, y privarles de reputación o concedérsela a su antojo.
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Lo peor que puede esperar un príncipe de un pueblo enemigo es que lo abandone; mas con los notables por enemigos no sólo cabe temer su abandono, sino también que le hagan frente, pues siendo mayor su capacidad de previsión y su astucia, les falta tiempo para ponerse a salvo y buscan la deferencia del que presumen vencedor.
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El que llega al principado con el apoyo de los notables se mantiene con mayor dificultad que el que accede apoyándose en el pueblo, pues sábese príncipe en medio de otros muchos que se piensan iguales a él, y a los que por ello no puede mandar ni conducir a sus anchas.
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El principado se debe al pueblo o a los notables según una u otra partes tenga su ocasión, pues si los notables constatan que no pueden resistir al pueblo comienzan a otorgar su favor a uno de ellos, y lo hacen príncipe para, a su sombra, llegar a desfogar su apetito.
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Y surge de que el pueblo desea que los notables no le dominen ni le opriman, mientras los notables desean dominar y oprimir al pueblo; de esos dos apetitos contrapuestos surge en la ciudad una de estas tres consecuencias: el principado, la libertad o la licencia.