Su modelo de vida, basado en la imitación de Cristo, hizo que la religión cristiana se renovase, retrotrayéndola hacia sus principios, y justamente al renovarla propiciaron que continuaran «las malas costumbres de prelados y de pontífices», pues mientras convencían a los pobres de que hay que soportar el mal y dejar el castigo a Dios, los prelados «se portaban lo peor posible, por no creer en castigos que no veían» (Discursos, III, I). [CX]
Por último, parece razonable