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Arthur Conan Doyle

El valle del terror

  • Verocompartió una citahace 4 años
    Todos nos sentamos en silencio por algunos minutos mientras esos ojos funestos aún hacían un esfuerzo para traspasar aquel velo.
  • Verocompartió una citahace 4 años
    ¡Mire el valle! ¡Vea la nube de unas cien chimeneas que lo oscurece! Le digo que cada nube de muertes pende cada vez más espesa y más abajo sobre las cabezas de nuestra gente. Es el Valle del Terror, el Valle de la Muerte. El terror está en los corazones de la gente desde el crepúsculo hasta el amanecer. Espere, joven hombre, y lo comprenderá por usted mismo.
  • Verocompartió una citahace 4 años
    Verdades no bienvenidas no eran populares.
  • Verocompartió una citahace 4 años
    No tengo ninguna noción de cuanto tiempo durará —Holmes respondió con rigidez—. Si los criminales establecieran su itinerario como los trenes, seguramente sería más conveniente para nosotros.
  • Verocompartió una citahace 4 años
    Considero su situación como sin esperanza. No considero que sea imposible llegar a la verdad.
  • Verocompartió una citahace 4 años
    Creo que el genio depende del sitio.
  • Verocompartió una citahace 4 años
    Y aún así no hay combinación de eventos de los cuales el ingenio del hombre no pueda concebir una explicación. Simplemente como un ejercicio mental, sin ninguna afirmación de que sea verdad, permítame indicarle la posible línea de pensamiento. Es, como admito, solamente imaginación; ¿pero cuán frecuentemente es la imaginación la madre de la verdad?
  • Verocompartió una citahace 4 años
    Finalmente encendió su pipa, y sentado junto al hogar de la vieja posada del pueblo habló despacio y al azar sobre su caso, más bien como alguien que piensa en voz alta que como alguien que hace una considerada declaración.
  • Verocompartió una citahace 4 años
    Mr. Holmes es un investigador independiente —contesté—. Es su propio superior, y actuaría de acuerdo a como su propio juicio se lo indique.
  • Verocompartió una citahace 4 años
    Una larga serie de semanas estériles yacía detrás de nosotros, y por fin había un apropiado objeto para esos increíbles poderes que, como todos los dones especiales, se volvían tediosos para su propietario cuando no se usaban. Ese afilado cerebro se despuntaba y oxidaba con la inacción.
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